La leyenda de la laguna de Doniños nos ofrece una poderosa reflexión sobre la importancia de la generosidad, la solidaridad y el reconocimiento de la divinidad en los demás, así como sobre las recompensas que pueden surgir de actuar con bondad hacia aquellos que lo necesitan.
Antiguamente, en el ayuntamiento de Serantes, había una villa llamada Doniños habitada por paganos a excepción de una pareja que tenían su casa algo apartada. Pasó por allí Nuestro Señor pidiendo alojamiento donde había más abundancia pero le arrojaron de allí con cajas destempladas. Sin embargo, nuestra pareja le invitó a pasar a su cabaña, le dieron su magra comida y le dejaron su lecho de pajas para dormir.
Al día siguiente, vieron que el peregrino había desaparecido. El hombre fue a su trabajo y cuando llegaba a la villa oyó a su mujer que le llamaba urgentemente. Fue a ver pero cuando llegó junto a ella, ésta le dijo que ella no lo había llamado. En ese momento se oyó un gran estruendo de aguas. Marido y mujer miraron hacia la villa y vieron que era inundada por un gran torrente que surgió de entre unos peñascos. Allí quedó sumergida la villa de Doniños, en la laguna de Doniños.
